jueves, 2 de junio de 2011

Un único y gran amor: la sauna(1)

saunas-gay-barcelona Me llamo Fel, y esta es mi historia verdadera. Tan verdadera como que es mi vida misma. Es la historia del hombre al que amé totalmente, con la máxima entrega, como pareja estable durante tres años... Ahora estoy con otro chico, con el que seguro, terminaré casándome (gracias a San Zapatero), pero por las noches, a veces, me descubro despertándome totalmente erecto, habiendo soñado con él, con ese hombre guapísimo y bueno al que tanto amé. Siempre pensé que las saunas, son lugares de encuentros sexuales impersonales y rápidos, donde todo el mundo va a lo que va: ver un video, que se la chupen un poco y follar y/o ser follado, según los gustos del consumidor. Pero todo cambió para mí aquel día, que fui a Sauna Paraíso, en el centro de Madrid. Esa hermosa sauna, amplia y cómoda, repleta de turistas, con su gran piscina de agua caliente, y esos puentes y pasillos que todo el mundo atraviesa para observar y ser observado... Yo soy de Cantabria (España), rubio, de ojos verdes, de cuerpo menudo (delgado aunque culoncito), y algo bajito (1.67). Soy muy guapito de cara, dicen que cuando sonrió deslumbro y lo cierto es que, soy muy alegre, tengo un cuerpo suave, y según él, mi ex-gran amor, también tengo “cara de ángel”. Entonces yo rondaba los 27, y él tenía 33. Han pasado 5 años desde entonces. Mi problema es que, como soy versátil, prefiero hacerlo con chicos bajitos, que me permitan complementar nuestros cuerpos con posturas y caricias comunes, acoplándonos los dos perfectamente el uno al otro, al penetrar y ser penetrados. Pero pocas veces consigo un guapito que esté “a la altura” de mis exigencias estéticas. Llevaba varias horas en Paraíso, sin comerme un rosco, caminando de arriba para abajo, pero nada, no pillaba nada, hasta que de repente, le ví a lo lejos, como se alejaba en dirección de las taquillas, y le reconocí. Era él, el chico guapísimo que en el Holiday Gym empezaba su rutina colgándose de una barra de gimnasta. Siempre me había impresionado eso de él... Se suspendía en la barra como un ángel, y no se bajaba en media hora larga. Comenzaba haciendo espalda con los brazos muy abiertos, después bíceps, y después dos ejercicios distintos de abdominales, allí subido tan pancho y portentoso él. De cada ejercicio, hacía 3 series de 12 repeticiones cada una, y lo hacía todo como una especie de súper serie de calentamiento, todo seguido, sin parar, antes de empezar a cargar sus pesadísimas pesas... Nunca había logrado hablar con él, porque yo tenía que regresar al trabajo por la tarde y él al parecer, se quedaba en el gym horas de horas... Así de cachas estaba, tan musculado y bello, con ese color de pelo castaño rojizo, y esas pequitas de pelirrojo que decoraban su cuerpo, cubierto de unos pocos vellitos rubios, que chispeaban sus brazos y piernas. Era mi hombre ideal, machote, recio, guapo a rabiar, pero dulce y delicado, y de un 1.73 de estatura. George, es irlandés, pero llevaba media vida en España... Pronto nos pusimos de nick, Fel y Geo (se pronuncia “Yio”). Y aún hoy, cuando pienso en él, digo Geo (“Yio”) y un temblor me recorre el cuerpo... Aquella primera vez, él se iba, se estaba yendo ya. Caminaba hacia la salida, lejos, muy lejos de mí... Le miré intensamente y con pena, pensando que ya le había perdido, y entonces ocurrió el milagro. Como si telepáticamente me hubiera sentido, Geo torció para verme, y a lo lejos me miró, y me sonrió, con una sonrisa cómplice, llena de pícaro cariño... Se dio la vuelta y cambió su recorrido, en dirección a los reservados con espejo que hay pasados la cafetería. Yo le seguí como una flecha, y logré alcanzarle sin necesidad de correr, porque estaba claro, él se estaba dejando seguir. Me puse nerviosísimo cuando se apoyó en el dintel de la puerta de un reservado y cruzó sus manos sobre su polla, mostrándome ese chorreón de músculos en pecho y brazos, como un triángulo/tenaza de macho amenazante. Me hacía sentir un poco ridículo, yo tan chato, con mi cuerpo tan smooth (plano y delicado), y absurdamente, me acomplejé y pasé de largo... Yo para entonces tenía otro problema añadido... Era solo activo y ver a Geo allí, tan guapo y varonil, me hacía sentir un poco ridículo... Era lógico que fuera él quien tenía que follarme... Su cuerpo era superior al mío, yo tenía que hacer de sumiso receptor de su lechada... Lo sentía así, y hasta lo deseaba, pero me daba miedo que destrozara mi virginal culito...Brussels-Macho Entonces arrepentido, di media vuelta y volví a pasar por la puerta, y ¡él ya no estaba!. Miré al interior del reservado, y estaba dentro, como agazapado, ladeado sobre la pared de la puerta, sonriéndome de nuevo, como esperándome... No lo pensé más, y entré... Geo cerró la puerta, echó el pestillo y me abrazó fuerte contra su pecho. Me dio un abrazo hermoso, sujetándome la nuca y el culito, firme y varonilmente, como nunca me habían abrazado. Nunca sentí nada igual, era como si me hubieran abrazado por primera vez. Y entonces, nos miramos a los ojos, nos acariciamos brazos y pecho, sonreímos juntos, y sin mediar palabra, empezamos a besarnos. Unos besos profundos, con lengua, mezclados de mordisquillos en los labios, lóbulos de las orejas, cuello, pechos, pezones... era un cariño hermoso y desesperado, que fluía y manaba de nuestros cuerpos con sensualidad y ternura, con unas ganas locas de amar y ser amado. Nos acariciamos, besamos y lamimos, en un común temblor de ilusión por el encuentro... Me sorprendió lo duritos que tenía sus pechos, lo fuertes que eran sus abdominales, lo machote y sensible que era... Geo metió sus manos debajo de mi toalla y me sobó el culito, yo hice lo mismo. Entonces me dijo: Al fin... ¿Cómo te llamas? - su castellano aunque perfecto, tenía un cierto deje de extranjero-. Félix pero me dicen Fel. ¿De dónde eres? Mi padre irlandés, pero mi madre canaria... Llevo prácticamente toda la vida aquí, en Madrid, esperándote... -me dijo con esa pícara sonrisa que no dejaba de besarme profunda y sensualmente-. Anda, que yo te había echado el ojo en el gym, pero te consideraba inalcanzable, siempre rodeado de esa panda de cachillas racistas que miran a todo el que no está musculado por encima del hombro, como si fueras un ser inferior... Uy, yo que te creía un hetero homófogo total... Siempre que calentaba en la barra me mirabas con una cara de desprecio... ¿Desprecio? Si te ponía ojos sensuales... -dije riéndome asombrado- ¡Qué dices! Si ponías cara de serio enfadado... -me dijo empujándome contra la roja colchoneta de la enorme cama que se unía a la pared de espejo del reservado-. Poz ya ves... yo que creía que me ibas a entender así... -dije temblando mientras él me quitaba la toalla y se quitaba la suya y empezaba a frotar su cuerpo encima de él chocando nuestras pollas una contra otra. “¿Sabes cuándo te entiendo yo? Cuando sonríes mientras te amo...” me dijo, dándome la media vuelta y levantándome la cabeza tirándome del pelo, para que le viera frotar su polla, blanca y rosada, contra la raja de mi culito, una y otra vez, como si me estuviera follando. Cada vez que quería bajar la mirada, volvía a tirarme del pelo... Era un coqueto exhibicionista que gozaba de nuestra imagen reflejada... Tenía una polla grande, hermosa, de 16 cms., gorda en la base y fina en la cabeza, que me llegaría a gustar a rabiar, porque me penetraba sin hacerme daño y me llenaba todo, con una presión rica, dura y esponjosa... que me hacía estallar de placer...temblar cuando se corría dentro de mí... Vamos a jugar un poco -me dijo como ordenándomelo- Haz todo lo que yo hago. Y sobre todo, si quieres follar rico conmigo, dime cosas bonitas, muchas cosas bonitas... ¿Cómo qué? -contesté de inmediato. “Que me quieres, que eres el amor de mi vida, etc...” “Es un juego, sólo eso” me dijo sonriendo mientras yo pensaba, muy dentro de mí: “Es que es verdad, George, eres el chico ideal para mí, quiero follarte diciendo que te quiero...” Y se tumbó boca abajo y entonces yo coloqué mi polla en su raja blanca y suave. Él contrajo su culito y era como si realmente le hubiera penetrado... Un mundo de sensaciones placenteras se apoderó de mí... “¿Qué te gusta hacer?” Me preguntó con la voz apagada, mientras nos mirábamos en el espejo, yo encima de su espalda, enmarcado en sus fornidos hombros, como flotando en mi vaiven de mete saca, orgulloso de verme reflejado, tan machito, penetrando a tamaño hombrón. De todo -le dije sin darme cuenta que él podía querer penetrarme-. De inmediato, nos pusimos a hacer el 69, y yo devoraba su mástil que olía a semen, lechada limpia de chico inocente y majo. Él también chupaba mi polla, menor que la suya (13 cms) y gordita de principio a fin (igual de gruesa en la base que en la cabeza). ¿Te parece si tu me la metes primero y yo te la meto después? “Sí, claro, me encantaría”, le contesté, en mi afán por no cargarme la magia. Entonces, sin mediar palabra, me sentó de espaldas a una de las paredes laterales y quedamos los dos, viéndonos de perfil en el espejo, se puso de pie, y mientras yo le lamía las bolas y le chupaba la polla, él se untaba vaselina en el culito, de esas de sobre que te dan a la entrada de la Sauna. Después, arrodillado frente a mí, me la chupó una vez más, me puso el preservativo y cogiéndomela fuertemente, se sentó en mi polla poco a poco, mientras nos besábamos y yo acariciaba su musculado pecho, su grueso y varonil cuello, sus voluminosos hombros. Entró poco a poco, arrodillado sobre mí, envolviéndome con su guapísimo cuerpo y cuando le entró toda mi polla en su culito, empezó fuerte, con ganas, a metérsela y sacársela casi por completo, mientras yo le acariciaba pecho, brazos, hombros, cara, y lo que es mejor, le masajeaba las bolas y le lamía su hermosa polla que de larga que era, él me restregaba en la cara. Geo jadeaba y decía: Ahhh, ahhh... Te gusta?, te gusta mi Fel? “Si, siii, mucho, mucho...” le contestaba entre besos. Mientras él volaba subido en mi polla, haciendo piruetas de amor, como si fuera su barra de gimnasio. Te gusta follarte mi culito, ¿verdad mi machito? Ufff..., si mi George, me gustas mucho... Dime “Geo” (“Yio”). Ahora quiero que me digas cosas bonitas. Dime: “Geo (“Yio”) te quiero, te quiero mucho”, mientras me follas, vale?” Uff.., si mi Geo, te quiero, estás muy bueno, me das mucho placeeer... “Ahhhh, así , así, mi Rey, así me gusta que me folles, con cariño...” me contestó mientras subía y bajaba con fuerza mi gorda y dura pollita, y le veía sudar y perlar sus músculos tensionados, que yo besaba y relamía con placer. Habíamos nacido el uno para el otro, porque mi polla friccionaba justo su punto G, y él de rodillas, frente a mi, con mi polla clavada, gemía y temblaba mientras su pecho y su polla me embadurnaban de sudores y líquido pre seminal y su culo durito, lampiño y suave, me hacía sentirme tan feliz... “Ese es mi hombrecitoooo, ahhh, ahhh”, dijo emocionado mientras después de besarme profundamente, me encasquetó su polla en la boca y ¡me la hizo chupar sin dejar de meterse y sacarse la mia! A mi me asustaba pensar, que me fuera a tragar toda su leche sin ni siquiera conocerlo, pero de repente, suspiró, se tensionó todo, se salió y se puso en cuatro patas, nuevamente de perfil al espejo, y con un simple gesto, me indicó que le diera por detrás. Yo estaba que iba a estallar, y me presioné con la mano la cabeza del pene un poco, para quitarme excitación, mientras le lamía el culito en posición de perro y él me rogaba: Métemela mi Fel, métemela... A la primera embestida, se la metí todo lo profundo que pude, mientras él jadeaba de contento... Nuestros cuerpos, se acoplaron perfectamente a la nueva pose y yo veía en el espejo como mi pene entraba y salía de su culito blanco y suave, una y otra vez... A mí ya me empezó a gustar el juego del espejo, lo encontraba muy excitante, por lo guapos que se nos veía juntos sudados, jadeando de contento. “Ahhhh, ahhhh, así, ahhh...” me repetía mientras mis huevos sonaban contra sus nalgas una y otra vez: ploc, ploc, ploc... 9 Y mi polla se veía salir y entrar, salir y entrar, en esa increíble imagen que me regalaba el espejo, ese sueño de placer, de mi Geo recibiéndome en su culo, abierto, despatarrado, diciéndome que era su machito, su torito español... Cuando estaba a punto de correrme, él se dio cuenta y se salió, para ponerse boca arriba, con las piernas flexionadas en mis hombros... Y yo vuelta a presionar la cabeza de mi pene para no correrme... Me hubiera gustado alargar tanto placer mucho, mucho más, cómo disfrutaba viendo lo mucho que también le estaba gustando a él... Le volví a penetrar por tercera vez, esta vez con sus piernas en mis hombros, mientras él me besaba y acariciaba sumiso y entregado, gimiendo y halagándome todo el tiempo... “Así, mi machito, que potente estás, que fuerte me follas mi hombre...” Y yo le metía mi estaca en su culo con fuerza, sin apoyar las rodillas, todo el tiempo con el cuerpo en el aire, para que sonara con fuerza los empujones, cada vez que se la clavara... De repente me detuvo con sus piernas atenazándome por detrás y besándome locamente por todas partes me dijo: “Dime que soy tu putita, tu zorrita particular, tu putita, solo para ti...” Y liberándome de sus tenazas, me puse de nuevo en acción. “Toma zorra, toma putita, toma toda mi leche” decía mientras le seguía clavando mi polla, más dura que nunca, a punto de reventar, y él continuaba gimiendo, “ohhh, ahhh, ohhh, si, si, soy como una puta, pero solo para ti mi campeón...”. Cuando me fui a correr, me salí y le esparcí mi semen por cuello y pecho, mientras él se apresuró a poner la cara para recibir mi lefa... “Menuda vía láctea”, me dijo riendo mientras con su lengua, recibía las últimas gotas de mi lechada, y mirándome fijamente, se las tragaba. Cuando paré de echarlo todo, me escurrió la polla con una mano y se la metió en la boca y la chupó, suavemente, relamiéndome la cabeza con la legua, y besándome los huevos, una y otra vez, como si fuera un masaje suave, una caricia global a todo mi sexo, un gesto de amor... mientras, yo de pie, frente a él, le contemplaba sumiso adorarme de rodillas... ¡Fue fantástico!, eres genial Geo, -le dije abrazándole según él se levantaba y se ponía de pie frente a mí- Nunca lo había hecho así de bien, estás riquísimo... “Uy, y lo que nos queda” me respondió sonriéndose... y colocando su pollón en mi culete, me hizo ponerme como inclinado, mirando a la pared contraria, mientras simulaba penetrarme hondamente, una, dos, tres veces. Con su mano en mi pecho, me volvió a poner erguido frente al espejo y él se puso detrás. Nos estábamos pringando con mi leche pero a él parecía agradarle. Al ser un poco más grande que yo, y abrazarme, se nos veía en el espejo a los dos, muy guapos. Me empezó a comer la oreja derecha mientras sus brazos dibujaban sus músculos sobre mi pecho de niño, y su pollón latía fuerte encasquetado en la raja de mi culete.“Te invito a una duchita juntos, y una copa para que te recuperes. Porque ahora guapo, después de que descanses, te tienes que empalmar de nuevo, porque te voy a follar yo”... Medio asustado, giré, le miré a los ojos fijamente, y le sonreí y besé, con todo el amor que podía. Apoyé mi cabeza y mis manos en su pecho musculado y nos vimos, juntos, como dos enamorados, reflejados de cuerpo entero en el gran espejo. Acariciándolo en la bajada, me fui arrodillando hasta su polla y le lamí los huevos y me la metí, la metí casi toda en mi boca, mientras Geo me cogía la cabeza con las manos y simulaba follarme la garganta suave y profundamente. A cada estacazo de su miembro, yo lo tenía más claro. Había llegado mi hora, la hora de que me penetraran el culo, de entregarme por amor, a un macho por completo...

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