jueves, 31 de marzo de 2011

SEXO EN EL CUARTEL

Me estaba resultando muy duro mi periodo de instrucción militar. Además me había correspondido como cabo un antiguo compañero de colegio llamado Charly, un verdadero hijo de puta, que se propuso amargarme la mili, ya que era mi jefe inmediato. En los tiempos de estudiantes en el colegio, cuando teníamos doce o trece años, él era un verdadero vago, mal estudiante y un verdadero chulo, que se aprovechaba de los demás, a los que sometía y golpeaba para quitarles la merienda, el balón o para obligarles a que le hiciesen las tareas escolares, al tiempo que nos insultaba de lo peor: "maricas, hijos de perra, chupapollas ..."


Pues tuve la mala suerte de encontrármelo en el cuartel, ya convertido en cabo, y pronto la tomó conmigo y con otros novatos, obligándonos a realizar las faenas más ingratas, como limpiar los retretes o hacer guardias nocturnas ...

Estaba precisamente yo de guardia nocturna, vigilando el pabellón donde dormían los soldados, cuando pasé por delante de su litera. En el dormitorio había un silencio y una calma absolutas, sólo interrumpidos por algún que otro ronquido de los jóvenes reclutas. Charly dormía como un ceporro. Lo enfoqué con mi linterna. Estaba todo espatarrado, sin cubrirse con la manta debido al calor, semidesnudo, sólo con un ajustado slip cubriéndole sus intimidades. Fue entonces cuando noté un gran abultamiento en su entrepierna: tenía la poronga empalmada, a punto de hacerle reventar el calzoncillo. Me acerqué con sigilo y empecé a palparle con cuidado el paquete, que pronto se endureció más. Entonces, apoyé la linterna sobre la litera, atenué su luz e intenté sacarle la polla para fuera. La cosa estaba difícil: era uno de aquellos slips sin abertura, así que procedí a bajárselo todo lo que pude, con sumo cuidado. Pronto asomó una mata de vello púbico y a continuación logré liberar toda la verga hasta los mismísimos huevos. Era en verdad un magnífico pollón largo y grueso, con una cabeza gorda y reluciente. Empecé a masturbarlo suavemente, y al ver que no se despertaba, me metí todo el miembro en la boca. Lo lamí con delectación. En mi boca sentía cómo el glande cada vez se hinchaba más y la polla crecía. Yo succionaba con fuerza y lo tragaba hasta tocarme la campanilla. Le metí mayor ritmo a la paja ... y al poco se corría en mi boca. Absorbí hasta la última gota para no dejar rastro de mi delito, lo cubrí con la manta y desaparecí. El cabrón seguía durmiendo como un mamoncete.

Pronto sospeché que Charly se había enterado de todo, pues a partir de aquel día cambió de actitud hacia mí. Parecía más amable y solícito. Pronto tuve la oportunidad de comprobar que aquella famosa noche había sido consciente de todo ... y que se había dejado hacer la mamada.

A la semana siguiente volví a hacer guardia nocturna en el dormitorio de reclutas. Me acerqué con sigilo a la litera de Charly y me lo encontré durmiendo (?) profundamente ... Como la noche anterior, su cuerpo estaba al descubierto, boca arriba y con las piernas bien separadas. Pero lo que me llamó la atención es que, en vez de llevar el apretado slip esta vez llevaba un bóxer amplio, con una gran abertura que "casualmente" tenía desabotonado el botoncito central. ¡Cuántas facilidades!

Así que repetí la maniobra de la noche anterior. Esta vez la poronga salió fácilmente de la abertura, estaba dura como una piedra y ya babeaba líquido preseminal de lo excitado que estaba el hijoputa. Empecé a masturbarlo. Noté cómo apretaba los glúteos para sentir un placer más profundo con la paja. Al rato empecé a mamarle su gran verga. Estaba él disfrutando como un animal en celo cuando me paré de repente... Pasó un minuto, dos ... El cabo empezó a ponerse nervioso ... ¿Se había acabado la paja? ¿Iba a dejarlo así, recaliente como una puta, sin hacerlo correr? Algo debió temer Charly al notar que yo había dejado de actuar. Así que, susurró en voz baja:

- Sigue, por favor.

Yo no hice caso. Entonces suplicó un poco más alto:

- Haz que me corra, por favor.

Entonces le cogí de nuevo la polla en mi mano e inicié de nuevo el pajote. Charly se arqueaba de gusto sobre su litera gimiendo y prolongando su placer, cuando yo le metí mi polla en la boca. Al principio se sorprendió pero pronto engulló todo mi miembro y empezó a lubricarlo son su saliva. Al poco nos corrimos los dos simultáneamente.

Aquella experiencia en el cuartel fue el inicio de una gran amistad.

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