miércoles, 6 de abril de 2011

Un Compañero del Instituto

Todo comenzó cuando conocí a Miguel en el instituto hace seis años. Por aquel entonces sólo teníamos 15 años, y muestra afición común al futbol y a las pellas casi diarias nos convirtió en grandes amigos. Luego nos fuimos distanciando un poco, conservando siempre el buen rollo y una amistad superficial, pero lo cierto es que nos veíamos poco. Por una parte yo había comenzado a estudiar Ingeniería y tenía un nuevo grupo de amigos en la Universidad, aparte de la gente del barrio con quien también alternaba Miguel, él, por su parte, detestaba estudiar desde siempre y se había buscado la vida desde muy joven trabajando de camarero en varios sitios, y últimamente curraba de mensajero y haciendo horas extras como camarero en diversos antros nocturnos. Lo curioso es que nuestras novias (a quienes habíamos conocido a la vez en una discoteca poco después de terminar COU) sí mantenían bastante contacto entre ellas, y debido a ello alguna vez seguíamos quedando en plan parejas para ir al cine o dar una vuelta, pero ya no era la amistad tan intensa de la adolescencia.
Todo se mantenía en un nivel discreto hasta que un día llaman al telefonillo de mi casa y mi hermana me dice:
-Es Miguel, el vago ese amigo tuyo, que quiere hablar contigo.
Yo me quedé a cuadros al principio, hasta que recordé que nuestras novias habían discutido recientemente a causa de una conocida común, y supuse que querría hablar del tema. Pero mi sorpresa aumentó cuando bajo al portal y me encuentro a Miguel paseando nervioso por la acera y con las manos en los bolsillos. Le pregunté que quería (eran las 11 de la noche y hacía bastante frío) y me dijo que era un tema que teníamos que hablar en privado y que le acompañara al 'refugio', que no es otra cosa que un solar abandonado unas manzanas más abajo de mi casa donde solíamos liarnos los petas cuando faltábamos a clase. A mí me extrañó tanto secretismo, pero ni de lejos podía imaginar la propuesta que me quería plantear. Al llegar allí encendió un cigarrillo y empezó a dar rodeos hasta que le paré en seco y le sonsaqué el motivo de tan inusual comportamiento. Resultó que el día anterior había conocido a un hombre de negocios centroeuropeo al ir a entregar un encargo a su oficina y éste, tras observarle detenidamente, le había ofrecido posar desnudo para unas fotos a cambio de una buena cantidad de dinero. Sin embargo, también le había comentado en su rudimentario español, que si traía otro chico de sus mismas características y se masturbaban mutuamente ante la cámara la cantidad de dinero aumentaría considerablemente para cada uno de ambos.
Según me dijo, había pensado en mí porque era el único tío con el que no le daría vergüenza 'meneársela' delante de la cámara y porque la cantidad ofrecida realmente parecía interesante, asique Miguel había quedado en hablar 'con un amigo' y darle una respuesta en un par de días.
A mi la propuesta no me hizo ni puñetera gracia, yo entonces iba de heterosexual absoluto y no me había planteado antes variar mi punto de vista. Le puse de vuelta y media, le dije que si estaba loco y qué pensaba que iba a pasar si la revista o el video que grabaran a nuestra costa se publicara en España. En este punto él me aseguró que había recibido garantías de que la revista y el video que se iban a rodar se publicarían tan solo en ciertos países nórdicos y en Alemania.
Yo seguía sin verlo claro, y le di la callada por respuesta, pero luego aquella noche lo pensé mejor y me di cuenta de que con ese dinero podía terminar de pagar las letras del coche y aún me sobraría dinero para un viaje o lo que quisiera, y además, de forma totalmente irreflexiva, pensé: Somos amigos, no vamos a tener sexo duro, y nuestras novias no se van a enterar...pensé que iba a ser como una de las travesuras que hacíamos en el instituto y que nunca descubría el jefe de estudios.
Dos semanas después quedamos en el piso de aquel misterioso personaje de quien solo sabía que se llamaba Peter, era entrado en carnes y tendría alrededor de los 50 años. La impresión que me dio fue buena, hablaba un español un tanto peculiar pero se notaba que estaba por agradarnos y que nos sintiéramos cómodos. Además de este señor, que parecía el jefe del cotarro, había otras dos personas: un fotógrafo alemán que respondía al nombre de Klaus, de unos 35 años con melena rubia y bigote, y un danés cuyo nombre no recuerdo que iba a grabar la sesión en video. Yo estaba muy nervioso mientras que Miguel, que había quedado conmigo en el portal del edificio parecía controlar más la situación, o pretendía al menos dar una imagen de seguridad y aplomo a los demás. Nos pidieron que nos relajáramos y nos pusiéramos cómodos en un sofá del salón principal, y que les comentáramos nuestras experiencias sexuales anteriores con chicos. Ambos nos miramos y casi nos da un ataque de risa:
-Ninguno de los dos tenemos experiencia con tíos... ¿por quien nos toma? - contestó muy ufano Miguel-bueno, yo hablo por mi, no se tú... - y me guiñó un ojo con su típica sonrisa socarrona.
-Muy gracioso - le respondí -,yo tampoco tengo experiencia de este tipo, lo siento.
-Bueno, no pasa nada, todo es empezar - respondió jocosamente Peter - estoy seguro de que a dos chicos guapos como vosotros os gustará la experiencia. Tomaros vuestro tiempo y cuando os sintáis preparados comenzamos la sesión.
Nos dejaron solos en aquel enorme salón, los dos en el sofá sin saber que hacer ni que decir.
-Bueno, tío, hay que concentrarse, hay mucha pasta por medio, considéralo un servicio a la humanidad... - dijo Miguel entre risas mientras me pasaba la mano por detrás del cuello y me acariciaba la coronilla.
En ese momento me fijé por primera vez en su físico, al que nunca había dado excesiva importancia. Era un chaval moreno, de complexión atlética, no muy musculoso pero sí bastante fibroso, más o menos de mi estatura (1,85) y ciertamente muy atractivo. Yo soy castaño, también deportista pero más claro de piel y con los ojos azules. Le pasé una mano por el pecho, y me costó creer que estuviera palpando aquellos pectorales duros y marcados. Se fue quitando la camisa mientras mi mano le recorría el torso y él se iba desabrochando el cinturón y los botones de los vaqueros. En realidad no fue algo tan especial, simplemente se bajó los pantalones y dejó al descubierto unos bóxers con un prometedor inicio de erección.
-Pásame la mano por el paquete, no te cortes... - me decía con los ojos cerrados mientras con otra mano me recorría el pecho y me masajeaba los pezones.
En ese momento, muy sigilosamente, entraron en la sala el fotógrafo y el cámara y comenzaron de inmediato a rodar y sacar fotos, sorprendidos de nuestra aparente facilidad en entrar en acción. Comenzamos a masturbarnos mutuamente frente a la cámara, y puedo asegurar que mi polla estaba ya a punto de estallar, con sus 18 cm de longitud apuntando al techo, mientras que mi amigo, con sus 21 cm aproximados, era un auténtico superdotado con una polla increíblemente grande y muy venosa que parecía tener vida propia de lo que le gustaba juguetear.
Peter, desde el fondo, casi en penumbra, insistía en que nos besáramos, pero la verdad es que eso me parecía muy difícil de hacer con mi amigo, casi prefería seguir masturbándonos en aquel sofá con los ojos cerrados, como si allí no hubiera nadie más que cada uno de nosotros por separado. Entonces ocurrió algo inesperado: Miguel estaba tan cachondo que no paraba de jadear y susurrar entre dientes, mientras con una mano me acariciaba la nuca y con la otra me masturbaba, hasta que en un momento dado, con la mano que me mesaba el pelo me agarró fuertemente de un mechón de pelo de la nuca hasta hacerme daño y me acercó la cabeza hasta su capullo, mientras decía en voz baja:
-Ahora te vas a portar bien, y me vas a comer la polla hasta que yo te diga basta...
Nuevamente me pilló de sorpresa cuando sentí el para mi nuevo sabor de aquel enorme capullo en los labios. El me paseó la polla por la cara y los labios hasta metérmela directamente en la boca y muy lentamente me fue introduciendo aquel descomunal rabo hasta la garganta, mientras yo jugueteaba con la lengua como supuse que debía hacerse en estos casos y comenzaba a sentir un extraño placer que nacía de aquella sensación de descontrol y cambio de papeles absoluto. En un momento dado, Miguel se puso de pie y siguió con aquel mete-saca tan agradable, mientras yo me masturbaba de cuclillas y el fotógrafo se ponía las botas sacando fotos desde todas los rincones. Acto seguido nos desnudamos completamente y nos dirigimos a la habitación contigua;yo estaba muy caliente y le hice una mamada de órdago mientras él me gritaba toda clase de barbaridades, lo que aún me excitaba más. Al final, Peter hizo un gesto, que no me pasó inadvertido, de que me diera caña, y como si lo hubieran planeado de antemano, Miguel empezó a pegarme cachetes en el culo, primero suavecito y luego progresivamente más fuerte hasta que empezó a enrojecer debido a la fuerza de los golpes, sin preocuparle aparentemente mis gritos, que eran una mezcla de dolor y placer supremo, hasta el punto de que mi rabo estaba en permanente peligro de explosión y no podía tocarme o me corría de un momento a otro. Cuando al cabo de unos minutos pararon los golpes, fue tan solo el tiempo justo de ponerse un preservativo y tantearme el esfínter con un dedo embadurnado en crema, siguiendo instrucciones precisas del maestro de ceremonias Peter. En vista de que me dolía mucho cuando me penetraba con dos dedos, decidieron que la excitación aumentaría si salíamos a la terraza (cubierta y a salvo de miradas indiscretas) y lo hacíamos encima de una tumbona. En realidad no hizo falta, porque nada más salir me acorraló contra una pared y me fue introduciendo lentamente el capullo entre mis gritos de dolor, que poco a poco se fueron transformando en placer conforme me iba tragando su poderosa verga, aunque gasté medio bote de crema para conseguir la dilatación necesaria que merecía la ocasión de mi desvirga miento. Estuvo como dos o tres minutos follándome sin piedad en aquella posición y luego se la sacó y cuando estaba a punto de correrse me la metió en la boca y pude sentir por primera vez en mi vida aquel líquido pegajoso y viscoso en mi boca y cayendo a borbotones por mi barbilla;justo entonces descargué con una sacudida bestial y tuve el mayor orgasmo que recordaba entre convulsiones de placer, mientras Miguel me restregaba la polla y los huevos por la cara.
Nunca más he vuelto a acostarme con Miguel, es un tema tabú del que no hemos vuelto a hablar, simplemente quedamos tan amigos como si no hubiera pasado nada, nos repartimos el dinero y seguimos frecuentándonos de vez en cuando por intermedio de nuestras novias. Pero algo sí cambió rotundamente en mi vida aquella mañana de enero, desde entonces no he parado de follar con tíos, se despertó la fiera dormida que llevaba dentro sin saberlo y ahora me encanta comerme todo tipo de pollas y que me perforen el agujero con la regularidad que me pide el cuerpo, lo que ha deteriorado un poco la relación con mi chica, no sé si continuaré con ella o me buscaré la vida como gay, pero en todo caso aquella experiencia me mostró un mundo nuevo de sensaciones que nunca hubiera imaginado de otro modo, y todo gracias a un viejo amigo del instituto, de quien todavía no sé si a raíz de esta experiencia entiende o sigue siendo hetero, pero de lo que estoy seguro es de que polvos tan satisfactorios como aquel habrá tenido pocos en su vida y que esa experiencia con otro tío no la va a olvidar fácilmente, aunque no lo quiera reconocer.

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